GH Catorce: No expulséis a Lorena

Así de claro y rotundo soy. Queridos amigos, querida audiencia, querida España toda: por nada del mundo consideréis siquiera la posibilidad de expulsar a Lorena. No, no lo hagáis. De verdad, no la caguéis y echéis a nuestra gruesa amiga, a la reina del drama, a la cizañera metomentodo y manipuladora, a la torpe imitadora de Iván Madrazo y Pepe Herrero. De verdad que no, no la expulséis, porque de lo contrario nos encontraremos con una casa desoladora y aburrida en la que lo más interesante será ver cómo Kristian se atusa el pelo.

Gran Hermano Catorce necesita de Lorena y sus malas artes para emponzoñar el ambiente en esa casa (o al menos intentarlo) y conseguir que empiecen a volar los platos y que algunas se arranquen mutuamente las extensiones de pura ira. Cuenta además con una secundaria impagable, la insufrible Noe, cuya única función esa casa es ser la comparsa de nuestra oronda amiga. No seamos necios y caigamos en el error de expulsarla por manipuladora; premiemos su televisivo comportamiento dejándola en la casa hasta que se vuelva rematadamente loca.

A quien sí que hay que echar es a Miriam. La equina joven, que pinta menos en esa casa que un libro en la de Paquirrín, merece ser la expulsada del próximo lunes ya que (aunque ella no lo sepa) se enfrenta a los que quizá sean los dos personajes más fuertes de esta edición: Igor, sibilino estratega que las ve venir y actúa de manera magistral sabiendo que Gran Hermano es un juego y no un campamento de verano organizado por las carmelitas descalzas, y la sin par Lorena. Miriam es prescindible, muy prescindible, y si alguien busca motivos para largarla que sea ese “Pues yo soy española” que soltó como argumento para que Kristian la eligiese como concursante frente a Dobromira. ¡Y encima su canción favorita es Party in the USA de la pazguata de Miley Cyrus! Motivo de más para mandarla a casa.

Dicho lo cual, y esperando que mis prédicas y argumentos no caigan en saco roto y el lunes veamos irse a Miriam con sus dientes por delante, analicemos un poco el soberano coñazo la gala de anoche. Y es que mira que había material pa entretener con una expulsión, un nuevo concursante y nuevas nominaciones pero, oye, ni así. Espero y confío en que en breve estalle la chispa que haga pasar de la calma chicha y el ‘viva la gente’ a los celos, los gritos, las envidias, el critiqueo y la locura transitoria. Locura que ya empezó a aparecer cuando Lorena le negó a Igor dos besos tras haberle nominado:

En este curioso panorama, la audiencia decidió expulsar a Giuls, la entusiasta joven suizo-ibicenca, que se despidió de su súper amiga del alma Raky entre mohínos, abrazos y promesas de amistad eterna pese a desconocer la una la existencia de la otra hace tan sólo una semana. Cuando la de Manresa se quedó sola con ese taladro percutor de palabras que es Argi (juro que había momentos en que era incapaz de seguir su verborreico discurso), se activó la rueda que tanto me divirtió el miércoles pasado y que anoche me pareció la parte más soporífera de la gala.

En ella apareció Edoardo, un pizpireto italiano (en Gran Hermano se deben llevar comisión por cada italiano o canario que entra, qué jartura) que tuvo que fingir que era dos personas: él y su ficticio hermano gemelo. La cosa estaría bien de no ser porque ya lo hemos visto zillones de veces en Gran Hermano y porque el chico tardaba una eternidad en cambiarse de ropa para hacer ver que era otra persona; tiempo durante el cual teníamos que aguantar sin fin el parloteo incesante de Argi. Tras una confusa elección con menos sentido que un libro escrito por Raquel Mosquera, Edoardo (fisioterapeuta de veintipocos años que hace un máster sobre la incontinencia femenina, dicho sea de paso) se convirtió en concursante de Gran Hermano.

Y sin mucha más tela ya que cortar, recordad: hay que echar a Miriam y mantener a Igor y Lorena en la casa. Id y difundid la palabra. Amén.