El corral de Bárbara

Hay que reconocer que, si algo sabe hacer Telecinco, son realities. El cásting habrá podido ser mierder y la decisión de adaptar La Granja, precipitada; pero, oye, esta gente consiguen hacernos tragar una nueva edición de Supervivientes tan sólo un mes y medio después de que terminase la anterior. Porque Acorralados, caritines y carititas, es Supervivientes pero cambiando las palmeras por chopos asturianos.

Pero vamos por partes: cuando empezaba la gala de Acorralados yo no estaba delante de la tele. “¡Qué irresponsable y qué falta de respeto hacia nosotros, el público que tanto te ama y besa por donde pisas!”, diréis. Yo –no olvidéis nunca que os idolatro como Paloma a Juan Cuesta- me encontraba con mi pareja en el teatro viendo una obra de monólogos de (tachán tachán) Antonia San Juan. Sí amigos. Estela Reynolds. Ella.

Mientras Antonia interpretaba monólogos de sus espectáculos y a mí se me saltaban los empastes de la risión que provocaba en mi persona, en Telecinco conectaban con Asturias para dar el pistoletazo de salida a Acorralados: los insensatos que han accedido a meterse ahí, más ávidos de dinero que de otra cosa, empezaban su aventura concursil entre gallinas y con un reto: hacer de la finca un lugar productivo.

Y como el concepto productivo no se asocia precisamente a sujetos como Antonio David Flores, Bárbara Rey, Leticia Sabater o cualquiera que lleve el apellido Borbón, pues la cosa promete. De hecho ayer ya tuvimos ocasión de ver escenas como la del Dioni, Leticia Sabater y Regina dos Santos en ropa interior y echándose agua.

Pero lo mejor de eso no fue eso, sino la batalla campal en la que se enfrascaron Bárbara Rey y Mari Ángeles (la madre de Aída) en plan Karate a muerte en Torremolinos para así dilucidar quién se convertiría en la capataza (es decir, en la líder). Gracias a este cargo, que finalmente se quedó Bárbara (viva), la afortunada tendrá derecho a habitación propia, agua caliente y cama mullida pero, a cambio, deberá supervisar el trabajo de sus compañeros.

La prueba consistía en que ambas concursantes, atadas por la cintura la una a la otra, debían arrastrarse hacia el lado contrario con la finalidad de colgar al oponente de una estructura de madera. Bárbara Rey, lista como ella sola, consiguió llevarse a la madre de Aída a su campo y se agarró a la estructura cual percebe a una roca de ría gallega para mantener a Mari Ángeles en su zona y, cuando se agotase el tiempo, ganar ella la prueba.

Pero la madre de Aída no se conformó con eso, así que empezó a hacer fuerza y a tirar como una loca para intentar que Bárbara se soltase de la especie de andamio de madera, con el funesto resultado de que la estructura acabó cediendo y por poco aplasta a Bárbara, a Mari Ángeles, a Raquel Sánchez Silva e incluso a un señor de Murcia que pasaba por ahí.

Tras eso se lió la de Dios es Ángel Cristo, ya que la gran Bárbara Rey (que sabe mucho de tele y es más lista que los ratones coloraos) entró en brote y se puso a insultar a la madre de Aída como si le fuese la vida en ello, llamándole "Bicho", "mala persona" o "no me extraña lo que van diciendo de ti", entre otras lindezas.

Al final (a eso de las seis y cuarto de la mañana, porque manda huevos con la gala de los cojones) llegaron las nominaciones. Las chicas nominaron a Brenda (la tronista rubia, muy rubia, extrarrubia), los chicos a Regina dos Santos y Bárbara, como capataza, nominó a Blanca. Tiene narices que Bárbara Rey nomine a alguien de apellido Borbón. Y no por la concordancia Rey-Borbón. ¡Dadle vueltas y hasta el lunes!