El Sueño de Morfeo la cagará en Eurovisión

En España tenemos una facilidad tremenda para la chapuza. Debe ser algo innato en nosotros, en el cáracter de los oriundos de este país, que hace que a la mínima que podemos hacer algo bien y bonito nos salga el albañil holgazán que todos llevamos dentro y hagamos algo rápido y mal para salir del paso y luego, oye, si te he visto no me acuerdo.

Sí, astuto lector, estoy hablando de la gala del martes de Eurovisión. Aunque yo pasé la noche en el Camp Nou maldiciendo cada minuto en el que mi equipo la cagaba, la fanfarria eurovisiva está siempre presente en mi corazón y acudí raudo a ver vídeos sobre lo acontecido en la gala presentada por la gafe de España (con permiso de Isabel Pantoja y Pilar Rubio): Carolina Ferre.

Ya estaba claro que la noche no presagiaba nada bueno: desde la elección del representante (no hay grupo más pasado y en las últimas que El Sueño de Morfeo, con permiso de Pignoise y Jarabe de Palo) hasta la cutre-gala anual con la que TVE ameniza nuestros meses de febrero, pasando por una selección de canciones de lo más anodino en la que la variedad brillaba por su ausencia.

Porque, amiguitos, las canciones son un coñazo de los que hacen historia: tres medio-tiempos (cuatro, si contamos la que se quedó por el camino) que parecen sacados de 2001 con la insufrible voz de pánfila de Raquel del Rosario en los que el único valor diferencial es la gaita que suena así como de vez en cuando. Y ojo, suerte de la gaita, porque si no estaríamos todos aún preguntándonos qué canción nos representa este año.

De hecho es este instrumento lo único que puede hacernos ganar la simpatía de otros países de raíces celtas (porque sí, España tiene raíces celtas, somos más que cuatro palmas, flamenco y taconeo) y de los países del este, tan dados a meter instrumentación folclórica a temas dance cantados por jacas de edad incierta. Y esto es especialmente necesario, ahora que no contamos ni con los 12 puntos de Portugal.

Por lo demás, ‘sosa’ sería el adjetivo que mejor define la candidatura española de este año. La de Pastora Soler era estupenda, la de Lucía Pérez era de vergüenza ajena aunque divertida, la de Daniel Diges era digna... pero la de El Sueño de Morfeo es aburrida, sin sangre; es la canción de relleno de un disco mediocre, es el tema que la banda de la prima de tu novia toca en las fiestas patronales y que tú aplaudes para follar esa noche quedar bien pero que, mientras suena, tienes en tu cabeza a un mono tocando los platillos.

Señores, este año en Eurovisión no vamos a comernos una rosca. Se olvidarán de nuestra canción a poco que aparezca en el escenario cualquier friki bielorruso con un tema medio decente y volveremos a quedar en las últimas posiciones de la tabla, avergonzados y de nuevo condenados al ostracismo eurovisivo y al ridículo festivalero.

Sólo nos queda la esperanza de una puesta en escena trabajada, de que el grupo se lo trabaje y transmitan fuerza y entusiasmo, de que le hagan a la canción los arreglos necesarios para hacerla más vendible... o de que en Europa se acuerden de que Raquel del Rosario es la ex mujer de Fernando Alonso y que eso haga que la gente se escuche la actuación con especial cariño. O no, quién sabe. Otro año más perdiendo Eurovisión.