Estar de baja es más llevadero con ‘True blood’


*Atención: esta entrada contiene spoilers sobre la cuarta temporada de 'True blood'. Si no la has visto y no quieres que te revele cosas de la trama, casi mejor que te esperes al post del lunes (de buen rollo, ¿eh?)*

Ya he vuelto. Por si alguien no me sigue en Twitter o no es mi súperamigo en Facebook, he estado de baja estas últimas dos semanas. Nada grave (si no ahora estaría agonizando en una cuneta o algo por el estilo y por suerte no es el caso) pero he estado diez días metido en mi santa casa. Y si hay algo por lo que se caracteriza estar en casa de baja es porque te pasas el día delante de la tele en estado precomatoso.

Y para sobrellevarlo, me enchufé True blood. En vena. Hace cosa de un par de meses empecé a ver la tercera temporada de mi serie favorita de las que actualmente se emiten, pero por falta de tiempo lo dejé en el capítulo seis. ¿Resultado? Estos días me he zampado los capítulos restantes de la tercera y todos los de la cuarta. Eso son como dieciocho episodios a razón de hora por capítulo y confirmo que no he quedado demasiado tocado psicológicamente. Al menos no demasiado.

Y es que True blood ha conseguido que, a través de lo peculiar de su localización (el pintoresco villorrio de Louisiana llamado Bon Temps) y lo dosificado de la introducción de criaturas sobrenaturales, las zamburriadas que nos explican en sus guiones suenen hasta incluso creíbles. Porque tú a mi me pones una serie así de golpe y me dices que además de humanos hay vampiros, hadas, hombres lobo, hombres pantera, cambiaformas, ménades, brujos, nigromantes, médiums, chamanes y demás mierdas y yo cojo y, directamente, te mando a freír espárragos.

Es precisamente en su cuarta temporada (en la que Sookie vuelve a Bon Temps tras un cuarto de hora en el país de las hadas y resulta que en realidad ha pasado un año y pico) cuando el festival de criaturas sobrenaturales se dispara y cuando lo raro es ser humano a secas. Lo que sí que sorprende es la facilidad de Sookie para meterse en unos berenjenales de mil pares de cojones casi como insistiendo en buscarse problemas, así como el hecho de que la malvada de esta cuarta temporada haya sido una bruja (mejor dicho, el espíritu de una bruja) que ardió en las hogueras de la Inquisición española a manos de curas vampiros (!), que se llama Antonia Gavilán y que, encima, es de Logroño. Tócate el pepe, María.

Y en esta cuarta temporada vemos uno de los que, quizá, es uno de los mejores cliffhangers (finales de temporada que te dejan así como con ansia de saber qué pasará) ever. A Arlene se le aparece René (el psicópata de la primera temporada que la preñó del crío psicótico que tiene) para decirle que Terry la va a hacer muy infeliz; Lafayette es poseído por Antonia Gavilán (de Logroño) y se carga a su adorable novio, Jesús; Andy Bellefleur se trinca a una hada; Jason acuerda con Jessica ser follamigos y, cuando ella se larga de su casa, aparece en su puerta Steve Newlin (el de la secta antivampírica) convertido en vampiro; el malvado ex rey de Mississippi Russell Edgington escapa de su prisión de cemento; Sookie rechaza tanto a Bill como Eric y decide no estar con ninguno de los dos y, al volver a casa, se encuentra con una Debbie psicótica (o hasta arriba de V) que la quiere matar. Lo malo es que Tara intenta salvar a Sookie y acaba recibiendo un tiro en la cabeza que (drama absoluto) la mata.

Ante este panorama, servidor ya cuenta los meses para el estreno de la quinta temporada de True blood. Qué serie, coño. Qué serie.

3 comentarios:

xabieretx dijo...

"Me llamo Antonia Gavilán +pausa dramática* de Logroño"
Fue un momentazo y todo un personaje. Muy grande.

Anónimo dijo...

esta genial... y yo creo que su exito radica tanto en el morbo (porque digamoslo todo, no paran de chingar...) como en lo subrealista que es, porque en esta serie puede pasar de todo!! ahora a esperar a ver con que nos sorprenden en la 5ª temporada.

Anónimo dijo...

la mejor personaje es pam, la que trabaja con eric, parece la prima mala de nagore jajjaj

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