Lo habéis adivinado: estoy hablando de
Pekín Express. Más concretamente, de ese par de sujetos
barceloneses (vaya por Dios) que responden al nombre de Ezequiel y
Mónica y que en tan solo tres semanas han conseguido ganarse la
antipatía más furibunda por parte de todos los que somos fanes y
fanas de Pekín Express.
De hecho, ya llegaron últimos con
premeditación y alevosía (con nocturnidad no, porque llegaron de
día). La tal Mónica, a quien desde ahora podemos llamar ‘la
pesada de los cojones a quien nada le parecía bien y que en lugar de
a Pekín Express se creía que participaba en la Deluxe Express’,
llevaba ya varias jornadas quejándose de cualquier cosa (a mal
follador, hasta los pelos le estorban), pero la gota que colmó el
vaso fue un bicho que le picó en el párpado y que le puso el ojo
como una cebolleta de hinchado.
Y aquí sus ademanes de pija dijeron
‘no puedo más, osea’. Se ve que en un anterior viaje “a un
país subdesarrollado” (dijo ella misma) se le infectó nosequé
del ojo y estuvo a punto de quedarse ciega. Y claro, como Kenia es
tan poco cool que no tienen ni asfalto, ni parkímetros o ni siquiera
un mal Starbucks en el que tomarse un frapuccino, pues claro, a
nuestra equina amiga le recordó ese mal momento y como que se vino
abajo.
Ella se lo tomó en modo pataleta, en
plan ‘pues no participo en nada, hala’ y su novio, que tiene cara
de tener la misma personalidad que un mejillón, la siguió sin decir
ni pío. Tan imbécil esquiva se mostró que ni siquiera participó
en uno de los juegos de la etapa, uno el que intervenía una bomba
que debían pasarse de pareja en pareja si no querían que les
retrasase su avance cinco minutos, desquiciando así a Chinto (el que
parece el eslabón perdido entre un hombre y Sloth) hasta el punto de
pegarle un patadón a la bomba y partirla en dos.
Y es que Mónica, o sea, estaba
derrotada. Súper derrotada, añadiría yo. Ella, que había escogido
su ropa más safari-casual para viajar por África; ella, que con sus
gafas RayBan de aviador y su bandana en la cabeza se sentía como
Madonna cuando va a Malawi a comprar niños; ella, que ya se veía a
sí misma transportada en volandas y bajo palio por un ejército de
negritos sumisos y sonrientes encantados de pasear a la hermosa mujer
blanca… pues no, la cruda realidad le hizo tener que pasarlas putas
para sobrevivir y tener algo que echarse a la boca.
Por este motivo (tan de peso para el
universo paralelo de la gente pija a quienes las eses les patinan),
nuestra rubia amiga dijo “me quiero volver a mi casa con mis bolsos
y mis zapatos”, para días más tarde añadir la frase que podrían
grabar en su tumba a modo de epitafio: “No necesito sufrir para ver
el Kilimanjaro, saco la Visa y ya está”. Vale, os doy un par de
segundos para que odiéis a Mónica en silencio (…). ¿Ya? Bien.
La pareja de los cojones llegó
deliberadamente última a Nairobi, y en el ranking Jesús Vázquez
les comunicó que, efectivamente, habían sido la pareja más lenta
de la etapa y que debían volverse a España. Sin embargo, yo
albergaba una esperanza: que les saliese la tarjeta verde (esa
tarjeta verde que en esta edición todavía no ha salido) y que
tuviesen que continuar la carrera con un handicap, a poder ser bien
irritante.
Sin embargo los astros no fueron
favorables y la pareja se volvió a Barcelona. Tranquilos, que si les
veo les gritaré cuatro frescas a la cara de vuestra parte. De nada.
2 comentarios:
no me gusta odiar a nadie, pero a esta tipa la odio a mas no poder, con esos aires de superioridad, que se cree?? pues ala bonita saca la visa y comprate un billete a la una(solo de ida porfi), y si te los encuentras ponlos vestidos de limpio :p
Que pena con la de gente que quiere participar y que una de las elegidas tenga esa actitud... a lo mejor en el casting quieren a gente así de tonta que suelte esas frases célebres por el piquito
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