Después de la
primera gala de nominaciones, amiguitos, ya podemos decir bien alto que comenzó
Gran Hermano Catorce. Se daba ayer el pistoletazo de salida real con
Merceditas luciendo pechamen una noche más y haciendo saber a todo el mundo qué había pasado con
Álvaro, el
hipster que se lanzó a la red como si no hubiera un mañana rompiéndose así los dos brazos. El pobre asesor cultural deberá pasar un tiempo recuperándose pero, ojo, dice
Mercedes que sigue siento concursante de
GH Catorce y en cualquier momento puede volver a entrar en la casa. Desconozco si lo hará
como Enrique Pastor cuando se cayó de su triciclo y si precisará de la ayuda de alguno de sus bondadosos compañeros para tareas tan básicas como comer, vestirse o
hacer pipi.
Gran Hermano tuvo a bien de inaugurar esta edición con un buen churro de vídeos sobre mi concursante favorita,
Lorena. La tía, que lleva día y medio en la casa, ha tenido ya tiempo de asombrarse de lo que se magnifica todo ahí dentro (o
«se manifiesta», como decían
Conchi y
Pamela), de buscarse una
BFF en la pánfila de
Noe, de decir que tiene el estómago
cerrao y de montar ya su primer drama. Su momento de desasosiego principal vino tras hacer saber a sus compañeros que
ronca. El comentario, que fue recibido con educados
«ya será menos» o
«yo también ronco», se convirtió en una angustiosa realidad cuando
la tía empezó a soltar unos bramidos cual elefanta en busca de cópula que no había manera de silenciar.
